27 October 2009

Poder


Hoy, tras varios años trabajando en diversos sitios y lugares, me he percatado de qué es lo que lo corrompe todo. De cuál es la más antigua y vil receta que se repite en todas partes. Se trata del poder.

El poder de dominar a los demás, por muy pequeña que sea la parcela. Del poder del oficial hacia el soldado, del profesor hacia el alumno, del jefe hacia empleado, del político hacia el politiquillo, del funcionario hacia el que entrega una instancia, del policía al conductor, de la señora de la limpieza hacia el que cruza el pasillo recién fregado.

Varían el ámbito y el contexto, pero no varía la esencia. Se trata del más antiguo de los males: lograr someter a otra persona. Hay lugares y momentos donde no hay otra opción: el ejército no está hecho para debatir las decisiones de los superiores, y menos en momentos críticos. Tú eres una pieza más del puzzle, recibes órdenes y las cumples. No hay más. Lo bueno es que lo sabes. Estás prevenido.

Sin embargo, te lanzas al mundo laboral creyendo, como es natural, que las empresas, las universidades, las asociaciones, etc. no funcionan así. Crees que son participativas, que buscan el bien común, que los rangos son necesarios pero no implican sumisión jerárquica indiscutible. Que las cosas se pueden hablar, discutir, cambiar. Que lo "bueno" (entendiendo como aquello aceptado por una gran mayoría que sabe del tema o, al menos, tiene que sufrirlo) triunfará. La mejor solución, el mejor sistema, las personas más sensatas. Y resulta que es una vez no y otra también.

¿Y cuál es el problema? El poder. El maldito poder. A las quienes lideran muchas empresas y universidades de este país (no hablemos ya de políticos) no se les pueden cuestionar sus ideas. Ya no cuestionar, sino siquiera intentar aclararte: "esto que propones, ¿qué es en realidad?". Es decir, quitarles la cancamusa de encima para poder empezar a trabajar sobre ellas. Porque la cancamusa se puede concebir y hasta divulgar, pero no se puede trabajar con ella.

Ese poder de obligar al sometido a trabajar en la incuestionable e indefinida cancamusa por el mero hecho de ser idea del poderoso provoca dos cosas en el sometido: malestar y mediocridad.

El malestar se manifiesta en un eterno tira y afloja de la gente que vale, que entiende y que sólo desea que la dejen trabajar en algo que sabe hacer, en lucha continua con la gente que manda y para los que la realidad directamente no existe. El problema es que en este caso las órdenes no se reciben claramente: no hay un "porque soy el jefe y lo ordeno", "porque es mi punto de vista y es el que quiero llevar a cabo", "porque sí". Sólo hay sonrisas y señales indirectas, palmaditas en la espalda y "¿qué tal la familia?", mientras, de manera indirecta nos van llevando hacia el terreno que quieren. Eso, cuando lo saben.

Esta lucha es un desgaste continuo de hipocresía que hace que la gente buena se vuelva mediocre si quiere seguir en su puesto y ambiente laboral. Es muy fácil destituir o hacer el famoso mobbing (pronunciado como suena, y no "mubin") a una persona. Porque uno podría marcharse o cambiar de profesión, pero la edad y las circunstancias de la vida no siempre lo permiten. Esto ocurre mucho en España: es necesarios someterse a poder establecido para seguir subsistiendo (económicamente).

Si el ambiente es mediocre y el poder intocable, la persona se vuelve irremediablemente mediocre en su trabajo, por muy bueno que sea. Si la persona es válida y tenaz, buscará otros mecanismos donde desarrollarse: temas transversales al trabajo, hobbies, etc... pero sigue siendo una pena no poder desempeñar su talento donde debería.

Es realmente triste ver a trabajadores, profesores e investigadores que sólo están ahí porque, a esas alturas, no pueden hacer otra cosa. A pesar de ser brillantes, o precisamente por eso, nunca les dejaron demostrarlo.

Tengámoslo claro: la mayoría de "cerebros" no se han fugado al extranjero. La mayoría está aquí, entre nosotros. En nuestras empresas y universidades. El único problema es que el poder les ha practicado una lobotomía.

Lo que no alcanzo a comprender es qué sienten por dentro los poderosos cuando someten a personas positivamente más inteligentes, sensatas y hábiles que ellos hacia situaciones inverosímiles.

¿Es el poder una especie de droga adictiva? Que alguien me lo explique, por favor.

21 October 2009

Ideas, ignorancia y resultados


Dice Fernando Trías de Bes que "una idea mediocre brillantemente implementada llevará al éxito, mientras que una idea brillante mediocremente implementada fracasará". Quién haya trabajado en algún proyecto mediano o grande no podrá estar más de acuerdo. El que no, se dará de bruces directamente.

Nótese que se ha resaltado la palabra trabajar. Para poder ver las cosas es preciso trabajar, es decir, estar en contacto con la realidad. Saber qué cosas se pueden hacer y cuáles no. Qué esfuerzo requieren. Si están ya hechas o no. Y, por supuesto, con qué objetivo se hacen. Estas preguntas básicas que son con las que aleccionamos a los niños fracasan estrepitosamente en el mundo adulto, que no se las plantea por una sencilla razón: es difícil responderlas.

A los adultos nos gusta tener ideas. Nos gusta excesivamente. Sobre todo a los que andan por las altas esferas. Imagino que para luego poder decir "eso se me ocurrió a mí". Creo que tienden a sobrevalorar las ideas en sí mismas. Quizá como mecanismo de defensa para ocultar sus incapacidades o limitaciones por no haber trabajado jamás y, por ende, ser incapaces de ver la realidad y sacar cosas adelante.

La mayor parte de las ideas no tienen ningún interés en sí mismas sólo por ser ideas. Siempre digo que la idea de Google, de GMail, Amazon o de Facebook no tienen ningún mérito. No tienen mérito como ideas porque las ideas de "buscador de internet", "gestor de correo web", "librería online" o "web para estar en contacto con amigos y conocidos" ya existían, las habíamos podido tener hasta tú o yo (de hecho muchos ya las habíamos tenido). Y no sólo existían como ideas, sino que ya estaban implementadas. Ya existían buscadores, correos web, tiendas online y webs de amigos.

¿Les resta eso valor? En absoluto. Google es famoso porque es un buscador de internet que busca rápido y bien. GMail es muy utilizado porque es rápido, limpio y al tener un buzón tan grande hace que nos olvidemos de tener que borrar los correos. Amazon te permite comprar prácticamente cualquier libro y que llegue a tu casa en unos días. Facebook es lo que es por... no sabría decir exactamente por qué. Quizá por los apoyos, promoción y difusión que ha tenido, pero es lo de menos.

En realidad, casi ninguna idea tiene ningún mérito salvo que se tenga un plan realista para ejecutarla y la voluntad, recursos y apoyos suficientes para llevarla a cabo. Y luego se lleve a cabo, claro. Y eso implica: trabajo, trabajo y más trabajo.

¿Todavía alguien cree que tiene algún mérito decir "voy a inventar el concepto de librería online"? El mérito es que nadie robe tu número de tarjeta de crédito por el camino y que el libro te llegue a casa. No hay más.

Os voy a contar un secreto: la mayor parte de la gente que tiene "grandes ideas" las tiene debido a su ignorancia y, especialmente, a la de los demás.

Es eso y no otra cosa, la ignorancia, lo que hace que tantos proyectos fracasen estrepitosamente. La ignorancia del que convence y la ignorancia de la persona a convencer.

Entre ambos tipos de ignorante suele haber una cadena de gente que es la que realmente hace las cosas. Esa gente puede ser un técnico, un becario o incluso un estudiante.

Y os voy a contar otro secreto, amigos: si el que hace las cosas realmente no cree en ellas, tenemos un problema.

Así ocurre lo que ocurre: salen cosas que hacen el 5% de lo prometido, con el 200% del coste inicial y el 500% de retraso y ademas funciona peor que otras soluciones ya existentes.

Algunos lo siguen considerando un éxito porque lo que importa es la idea. Otros lo llamamos cancamusa pura, esa palabra mágica que Alfredo de Hoces nos descubrió a todos los que andábamos buscándola desde hacía tiempo.

El resultado es el obvio: algo que no interesa a nadie, no utiliza nadie y cae en el olvido para siempre.

De nuevo una vez más. Y el ciclo se repite. ¿Hasta cuándo?