30 September 2016

Décimo aniversario o sobre la comunicación humana


Quién lo diría. Parece que fue ayer y ya hace más de diez años de la primera entrada de este blog. En los últimos este blog ha estado completamente parado por circunstancias personales: cambio de país, trabajo, y demás. Mis disculpas.

Hoy, sin embargo, he visto una entrevista a Pérez-Reverte que me ha hecho volver a retomarlo. A parte, por supuesto, de las peticiones de algunos comentarios y directamente de amigos (gracias, Pachi). Esta entrevista y algunas otras cosas que tenía en mente me ha hecho replantearme varias cosas acerca de la comunicación humana y de cómo influye en nosotros.

Por ejemplo, ¿dónde han quedado conversaciones como las de la entrevista? Conversaciones calmadas y profundas, con gente inteligente y que tiene algo que decir. La gente dice que no hay tiempo para estas cosas, pero es mentira.  ¿Cuántas horas al año pasamos en Facebook, en grupos de Whatsapp o relatando en detalle nuestras vacaciones o eventos?  Estamos tan inundados por la inmediatez, la superficialidad, y la estupidez que no nos damos ni cuenta. Casi sin darme cuenta, yo me había metido también en esta dinámica. Realmente es muy difícil no entrar en ella sin quedarse fuera.

Pero, en el fondo, no satisface. Somos lo que leemos, escuchamos, escribimos y decimos. Cuando nuestra comunicación se limita mayormente a enviar fotos de las vacaciones y chistes, y responder con un emoticono, nos estamos emprobreciendo. Google ha dado un paso más allá hacia el empobrecimiento comunicacional con su aplicación de mensajería instantánea. Una de sus virtudes es que es "inteligente". Por ejemplo, un amigo nos envía una foto de su perro en casa y la aplicación es capaz de analizar la foto. Y de proponernos varias respuestas precocinadas: "Qué mascota tan adorable", "Es un labrador precioso", etcétera. Además, también vende como virtud un mayor rango de emoticonos y dibujitos. Todo ello, dicen, "para dar mayor libertad de expresión al usuario".

La "inteligencia artificial de Google" en realidad está indicando qué es lo que se espera que respondamos poniéndolo a un click de distancia. Puede que nosotros mismos no sepamos que es un labrador, pero aun así le daremos al botón. También (por omisión) nos indica qué es lo que no se espera que digamos. Aunque es relativamente fácil generarlas, nunca veremos respuestas como: "te quejas del maltrato y comercio con animales, ¿y ahora te compras un labrador de pedigrí y lo dejas todo el día solo en casa?". Esto no es precisamente libertad de expresión, sino todo lo contrario.

La conveniencia siempre gana. ¿Puede que algún día no muy lejano en vez de poner una letra detrás de otra de manera más o menos coherente e intentar hacernos entender, nos limitemos a responder a base de un solo click?

Es algo que ya está pasando y la tecnología, en vez de ayudar, parece que haga lo contrario. La gente tiene verdaderas dificultades para expresarse. De manera escrita y también oral. El nivel de las conferencias y eventos, en general, es penoso. Las conversaciones, en general, no son claras. Hay muchísimos malentendidos, enfados, y tiempo malgastado porque la gente espera que los demás lean sus mentes, en vez de aceptar que no están comunicando nada inteligible. A veces parecen intercambios de monólogos donde nadie escucha.

A lo que iba. He disfrutado más una hora escuchando a Pérez-Reverte hablar que en la mayoría de eventos y conversaciones que he tenido en los últimos años; si es que pueden llamarse así. Casi todas son superficiales, artificiales, aburridas. Y, el mayor problema, ya casi nadie quiere escuchar otro tipo de conversaciones donde alguien realmente tiene algo que contar.

Dos eventos recientes que lo ejemplifican, con grupos de gente inteligente, con sus estudios universitarios, viajados a muchos países, etcétera, y que se consideran ellos mismos "cultos".
  1. Después de la ronda de fardar de varios museos alrededor del mundo (de lo más variopinto, pero lo importante es que son "famosos"), pregunto al personal. "¿Habéis visitado el museo de Kepler aquí? ¿Sabéis que Kepler vivió y dio clase aquí muchos años? Igual que Tesla y otros tantos que estudiamos en física. Pensar que han estado aquí dando clase en las universidades a las que nosotros asistimos y por las que paseamos cada día... es fascinante". El personal me mira raro, y se nota que quieren cambiar de tema. Para ellos Tesla es un coche, supongo. Pregunto, en alto, "¿de verdad que no sabéis quién fue Kepler ni os suenan (más o menos) las leyes que lo hicieron famoso? Silencio sepulcral, incomodidad, miradas apartadas, y vuelta a las conversaciones de café de personas cultas.
  2. Empieza una conversación sobre aprender idiomas. El uno fardando de una cosa, el otro de otra, el tercero de que usa una aplicación superguay llamada "Babbel". Digo, "sí, está bastante bien, desde luego con el nombre de su marca dieron en el clavo. Mejor no podía haberse elegido". "¿De qué estás hablando?", pregunta uno. Respondo: "Hombre, por la historia de la torre de Babel, que es cómo explica la Biblia la aparición de las distintas lenguas. Todos los hombres hablaban una sola lengua y por tanto podían entenderse y cooperar fácilmente. Se pusieron a hacer una torre que llegaría hasta el cielo, y Dios entendió eso como una amenaza, que se estaban poniendo farrucos, vamos. Así que los castigó creando distintas lenguas y segregándolos para que no se entendieran. El nombre de Babel es exquisito. Y Dios un cachondo, ¿no os parece?". Todos me miraron raro, nadie tenía ni idea de qué estaba hablando. Me sentí como en otro mundo. Por si acaso, vuelvo a preguntar, "¿de verdad que no os suena lo de la torre de Babel y las lenguas?". Misma reacción: silencio sepulcral, miradas apartadas. Lo más gracioso es que todos ellos recibieron educación religiosa en algún u otro momento, y yo nunca. Vuelta a conversaciones cultas de verdad, donde una amiga nos pregunta si sabíamos (lo descubrieron en el viaje del que acaban de volver) que en Perú hay más de 5000 variedades de patatas. La gente parece fascinada (y recalco, "parece") e incluso participa animadamente en la conversación, respondiendo cómo comieron insectos en China.
Ése es el nivel de las conversaciones "cultas" a las que me he enfrentado en los últimos años. Uno intercambio de fardar de experiencias superficiales. En cuanto tocas cualquier tema, en vez de tener una conversación, sólo parece haber dos reacciones: pretender corregirte y darte clases sobre el tema si les suena, o ignorarlo y no querer saber nada de él. Quizá es porque es otra cultura diferente, no lo sé. Pero, en cualquier caso, es bastante empobrecedor.

En fin, esto ha sido suficiente para empezar a desoxidar el blog. Gracias a todos los que todavía seguís leyéndolo. Y gracias, humildemente desde aquí, Arturo Pérez-Reverte, por la motivación. Leer y especialmente escribir son ciertamente buenos analgésicos.

Saludos.