Es conveniente reflexionar de vez en cuando dónde estamos y hacia dónde queremos ir tecnológicamente hablando. Especialmente en esta época y lugar, que es el occidente del siglo XXI, donde han ido desapareciendo casi todas las referencias que anteriormente guíaban la conducta de muchas personas (e.g. la religión, política). ¿Qué papel queremos que juegue la tecnología? ¿Hasta dónde vamos a permitir que se entrometa en lo "humano"?
Análisis interesantes
Atención a lo explícito del título del mencionado libro: "Tecnopolio: la rendición de la cultura ante la tecnología". Escrito hace más de 15 años cobra una vigencia impresionante en estos momentos. Basta leer qué entiende Postman por "tecnopolio":
"Un tecnopolio es una sociedad donde el objetivo primario, si no el único, del trabajo y el pensamiento humano es la eficiencia, donde los cálculos técnicos son superiores en todos los aspectos al juicio humano y donde los asuntos de los ciudadanos deben ser guiados y dirigidos por expertos".
¿Alguien encuentra alguna descripción mejor a la de los tiempos en que vivimos? Inversión en tecnología por aquí, desarrollo tecnológico por allá, brecha digital, adquisición de nuevos aparatos, nuevos formatos...
Un ritmo frenético continuo, sin fin, del que no se vislumbra salida al ritmo que llevamos. Quizá en otra ocasión hablemos más profundamente de ese libro y su descripción, recomendando sin duda alguna su lectura.
Un burdo ejemplo: la película VHS
Establezcamos a modo de ejemplo tontorrón lo que un cambio centrado en la tecnología ha supuesto en esta segunda etapa de mejora y cambio tecnológico, como también lo tuvo la primera época (aparición de la televisión, el vídeo, etc...).
Yo pregunto: ¿qué diferencia significativa hay entre ver una misma película alquilada en VHS en una tele analógica como hacíamos en los años 80 y verla en alta definición en un flamante plasma adquirida o descargada directamente desde nuestra casa?
Sin lugar a dudas, la calidad de imagen y de sonido es mejor, la selección y obtención de la película es más rápida y todo es más cómodo, pero esencialmente no hay una gran diferencia en ese absurdo término denominado "experiencia del usuario" con la excepción, si se quiere, de películas o documentales en los que las escenas o efectos en sí mismos son su esencia (las que antiguamente "había que ir a ver al cine").
Sin embargo, sí que hay otras diferencias significativas que no son tecnológicas sino humanas. ¿Alguien se ha parado a analizarlas? En primer lugar, buscamos en Internet opiniones, el argumento, la valoración de la película, etc... robando ese protagonismo a amigos o familiares que pueden darnos una impresión más subjetiva si se quiere, pero más humana. Nos perdemos también el paseo hasta el videoclub, con lo que ello implica: salir a la calle, comunicarnos con otras personas, pedir consejo al encargado, encontrar películas "por casualidad" que nos sorprendan, etc.
Si bien quizá no sea éste el mejor ejemplo, creo que sí sirve para entender cuál es el tema de fondo que se pretende analizar: ¿la tecnología nos aleja de lo humano?
Deificación de la tecnología, reificación del hombre
Las grandes religiones han caido en Occidente en el siglo XXI, al menos aparentemente y desde el punto de vista espiritual y ritual. La política también parece haberse estabilizado y generar cada vez menos interés, mucho menos dotar de algún "significado vital" a su seguidores.
Obviamente no soy yo el primero, ni el único, que se ha dado cuenta del proceso en el que estamos inmersos: la
deificación de la tecnología, esto es, la atribución de atributos divinos a la misma separándola cada vez más del hombre, y la
reificación del hombre, esto es, la degradación del ser humano a un mero cohabitante más de este planeta.
La tecnología cada vez avanza más, es más compleja, más interdisciplinar, más especializada, hasta el punto en que prácticamente nadie es capaz de tener el conocimiento suficiente o completo de una pequeña rama o siquiera del funcionamiento un aparato concreto.
Estas características alejan cada vez más a la tecnología del hombre, que acaba dotando de atributos semidivinos a las tecnologías y aparatos, ya que
cree que escapan al conocimiento humano o al menos al conocimiento de un simple mortal. Es esa la razón por la que los
geeks (los de verdad) son vistos como una suerte de semidioses dotados de una conexión y una autoridad
tecnológica que les conceden cierta superioridad. ¿No son acaso los nuevos sacerdotes? Creo que más de uno y más de mil tienen a
Steve Jobs como su pastor. ¿Será por ello que siempre viste como un cura?
Es curioso cómo cosas creadas por el hombre, que no tienen una existencia en sí misma y que lo único que hacen es obedecer las órdenes simples, claras, ultraprecisas y explícitas que algún otro hombre les ha dado pueden haber alcanzado tanta relevancia, así como sus creadores o estudiosos un reconocimiento y prestigio dignos de la semideidad.
El fenómeno opuesto también es muy curioso: cómo el hombre (medio) ha sido degradado a ser una pieza más, perfectamente sustituible, en la construcción de proyectos, tecnología o negocios, cómo la "imagen de marca" y la "cultura corporativa" han pasado a ser los protagonistas, por encima de cualquier persona. ¿No suena esto a una nueva horda de fieles? ¿Cuánta gente se ha quedado sin dormir haciendo cola en los grandes almacenes ante el lanzamiento inminente de un nuevo producto?
Pienso que todas estas falacias se deben precisamente a la publicidad que se encarga muy mucho de difundir esa visión y esos valores, simplemente porque generan dinero. De dotar de un halo de misticismo y semideidad a la tecnología y los productos. De esconder
la verdadera historia de las cosas.
También, como es obvio, a un falta de educación, de escepticismo y de pensamiento crítico que deberían ser enfocados precisamente como actitud hacia la ciencia y la tecnología, dejando la fe, la esperanza, la confianza y los sentimientos para las relaciones humanas y las creencias de cada uno. Algunos, sin embargo, prefieren mezclarlo todo y dedicarse a cosas tan ridículas como la "
computación emocional".
Cuidado con la deshumanización
La tecnología nunca es mala en sí misma, salvo contadas excepciones. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, su uso depende de nosotros pero siempre suele ganar la batalla en pos de la comodidad. Parémonos a pensar en algunos ejemplos:
- ¿Por qué recordar las fechas de los cumpleaños de nuestros seres queridos si el móvil o un programa puede avisarnos? De hecho, ¿por qué preguntarles la fecha si ya la tienen expuesta en su página personal o en su perfil de su red social? ¿Realmente te da igual que te llame un amigo porque se ha acordado de tu cumpleaños que que te llegue un SMS o un correo automatizado al igual que a sus otros 200 contactos?
- ¿Por qué quedar a ver fotos o a que nos cuenten viajes con nuestros amigos si las podemos ver en el trabajo o cotillear su facebook? ¿De verdad quieres perderte pasar un buen rato en compañía?
- ¿Por qué pararnos a preguntar el camino o mirar un mapa si nos perdemos si un GPS nos muestra la posicion en todo momento?
- Y por extension, ¿por qué "perder el tiempo" haciendo determinadas cosas de la manera más eficiente posible (cocinando una buena comida cuando la venden preparada, caminando 15 minutos hasta el trabajo si se puede ir en 5 en coche, etc, etc).
La tecnología nos promete eficiencia, comodidad, ahorro de tiempo y una mínima incertidumbre. Las preguntas que surgen son: ¿es eso lo que realmente queremos? ¿hasta qué punto? Nadie duda de los enormes beneficios de la tecnología, o al menos de ciertas tecnologías, pero ¿acaso no debemos imponernos (personalmente) unos límites razonables? Porque luego surgen otras dudas: ¿qué hacemos con ese tiempo que "nos ahorramos"? ¿dónde está la gracia de que te digán por dónde y a dónde ir sin la posibilidad de perderte? Recuerda que, como dijo Antonio Machado, quizá no hay un camino, sino que se hace camino al andar.
Cada vez que la tecnología nos hace un poco más idiotas por no tener que recordar ni saber nada, más inútiles por no saber orientarnos ni desenvolvernos, más dependientes de las cosas, de las empresas o de personas a las que ni siquiera conocemos, pienso que no vamos por el mejor de los caminos. El ser humano tiene la necesidad intrínseca de investigar, de perderse, de tener conflictos, de cansarse físicamente, de buscar su propia seguridad, de sentirse útil. En definitiva, de sentirse persona. ¿Acaso eso también lo debemos comprar haciendo actividades coporativas multiaventura con "riesgo cero", pagando la cuota de gimnasio o jugando al ordenador?
La tecnología mal utilizada y llevada a extremos tiende a homogeneizar y deshumanizar a los hombres. ¿Es eso realmente lo que queremos? Y no hay que olvidar que, antes de lanzarnos ciegamente hacia una tecnología hay que responder a la siguiente pregunta: ¿para qué?
Si no encuentras una respuesta muy convincente es más que probable que entonces sí que estés perdiendo el tiempo, tanto como desarrollador tecnológico como consumidor o usuario.