24 May 2009

Capitán de Mar y Guerra


Éste es el primer título de toda una gran serie de novela histórica escrita por Patrick O'Brian que apenas necesita presentación. Serie en la que está basada la película "Master and Commander: Al otro lado del mundo". Es un libro algo duro de leer debido a toda la terminología naval que utiliza, aunque el glosario que viene al final del libro es de gran ayuda. La trama se centra en la rutina de un capitán de navío británico (Jack Aubrey), su compañero médico y naturalista (Stephen Maturin) y la tripulación conviviendo en un barco.

Un libro excelente desde el punto de vista histórico y narrativo. Pero si algo hace especial al libro es su punto de vista humano a lo largo de todo el libro. He aquí algunos ejemplos que espero animen a descubrir este libro a quienes pensaban que se traba de una novela histórica más (las páginas están basadas en la edición bolsillo de la editorial Edhasa):

"A mí personalmente -ésta es sólo mi verdad- el hombre como parte de un movimiento o de una multitud me es totalmente indiferente; es inhumano. Y no me siento atado a las naciones ni a los nacionalismos. Sólo experimento sentimientos -cualesquiera que sean- hacia los hombres como individos; mi lealtad, toda la que puedo ofrecer, sólo es hacia personas concretas." (Stephen Maturin, pág 192)

"Le habría gustado mucho preguntarle a Stephen Maturin por las razones de su fracaso; le habría gustado mucho hablar con él sobre diferentes temas y tocar un poco de música; pero sabía que una invitación a la cabina del capitán podía considerarse casi una orden, aunque sólo fuera porque rechazarla era algo excepcional (...) Donde no había igualdad, no había compañerismo; cuando un hombre se sentía obligado a decir "sí, señor", su asentimiento no valía nada, aunque fuera sincero." (pág 283)

"Bueno, sin duda es un estúpido charlatán, superficial, ignorante y anodino, pero lo encuentro fascinante. Es el perfecto burgués en un estado de fermentación social. Tiene la facies típica de quien padece de estreñimiento y tiene hemorroides, es patizambo y encorvado de hombros, tiene pies planos y torcidos hacia afuera, mal aliento, ojos desorbitados, y en su actitud hay una mezcla de sumisión y vanidad; y, por supuesto, se fijaría usted en esa afeminada insistencia en la autoridad y el castigo físico cuando ya estaba completamente borracho. Apostaría a que es casi impotente. Eso explicaría la imparable locuacidad de su mujer y su deseo de dominar, combinados de modo absurdo con sus gestos infantiles; y también explicaría la caída de su cabello: se quedará calva en un año más o menos." (Stephen Maturin, pág 302)

"Para ellos, la masacre de la tripulación, el hundimiento de la corbeta y la destrucción de mis colecciones no tiene ninguna importancia, sólo la tiene su pundonor. Me indigna que sistemáticamente consideren los restantes aspectos de la existencia insignificantes, sin valor, despreciables. Me paso la mitad del tiempo ocupándome de purgarlos, hacerles sangrías y prescribirles dietas blandas y somníferos. Los dos comen demasiado, y también beben demasiado, sobre todo J.D. (...) Si ellos tuvieran que restregar las cubiertas, izar las velas o limpiar el fondo de la corbeta, no dirían tantas fanfarronadas. No los aguanto. Son sumamente inmaduros para su edad y su rango; aunque, en realidad, cabe suponer que si no lo fueran no estarían aquí." (Stephen Maturin, pág 334)

"...en mi opinión, producen mayor confusión y angustia las divergencias menos claras entre distintas reglas y leyes: las reglas de la moral, el derecho civil, el código militar, el derecho consuetudinario, el código de honor, las costumbres y las reglas de la vida cotidiana, de la cortesía, del diálogo amoroso y de la galantería, por no hablar de las reglas del cristianismo, para quienes lo profesan. Todas, en mayor o menor medida, son contradictorias; ninguna está en completa armonía con las demás. Y, sin embargo, un hombre debe siempre elegir entre ellas..." (Stephen Maturin, pág 352)

"Lo bueno de luchar contra los españoles, señor Ellis", dijo Jack con una sonrisa que iluminó su grave rostro y sus ojos grandes y redondos, "no es que son cobardes, puesto que no lo son, sino el hecho de que nunca, nunca, están preparados". (Jack Aubrey, pág 361)

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