09 December 2010

Bombas de calor


Maldita la hora en la que alguien inventó la bomba de calor. No la máquina térmica en sí, sino la versión en forma de corrientes de aire para mantener la temperatura de los edificios, tan moderna e ideal.

La mayoría de trabajadores estamos hartos de la bomba de calor. La temperatura del aire varía muchísimo, tan pronto te ves en una corriente de aire ardiendo, como si estuvieras en pleno desierto, como a los cinco minutos envuelto en aire frío, por mal funcionamiento del termostato o porque tiene que desescarchar. El resultado es que nunca, jamás, se mantiene una temperatura estable. Es un ciclo calor-frío continuo, un viaje por el desierto y por el Polo sin moverte del sitio.

Al poco tiempo de estar en un sitio climatizado con bomba de calor la boca se empieza a secar. Los ojos se empiezan a irritar. A eso hay que añadir que la mayoría tienen polvo y partículas acumuladas que circulan y recirculan por todo el ambiente. También habría que estudiar su eficiencia real, ya que las bombas de calor (de aire) en absoluto calientan la masa del edificio, sino sólo el aire mientras están encendidas. Los espacios de las oficinas sufren un ciclo diario de enfriamiento-calentamiento.

Nunca he sido creyente de que las corrientes de aire pueden ponerte enfermo per se. Pero estoy seguro de que las bombas de calor son nefastas para la salud. El día que la estrenaron en el trabajo, después de quitar los radiadores de todo el edificio que tan bien habían funcionado durante años, todos estuvimos tosiendo y con picor de ojos durante un tiempo. Y el día a día significa experimentar cómo el cuerpo se resiente cuando se ve sumergido en un ciclo continuo de frío-calor.

Las bombas de calor son un atraso, especialmente en sitios donde hace frío de verdad y para dar un servicio continuado. En absoluto producen el mencionado confort que prometen y que tan bien nos han vendido a todos.

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