Tras varios meses sin apenas leer la prensa ni ver la televisión, trabajando y disfrutando de la compañía de gente culta, apacible y sensata en otro país, la vuelta se hace mucho más dura.
No es un tópico. Ya lo sabemos, pero se hace más patente al volver. Somos un país inculto, gregario, fácilmente provocable, donde todo el mundo cree que lo sabe todo aunque no haya salido de su pueblo. También somos un país de quejicas (para un ejemplo, este blog). Contaban unos amigos que han vivido unos años en Australia que tienen la sensación de que en España todo el mundo vive amargado y quejándose. Y es cierto. Lo que pasa es que luego nunca hacemos nada con esas energías. Sólo programas basura de televisión y mala prensa. No reivindicamos las cosas cuando ni donde hay que hacerlo.
La gente que quiere luchar por algo mejor es marginada. La gente que razona y dice las cosas como son es apartada discretamente. No hablemos de la gente que acude a defender sus derechos de verdad, aunque tenga toda la razón del mundo. Son gente molesta.
La gente y el espectáculo que los medios nos brindan está escrupulosamente seleccionados y manipulados. He podido comprobarlo tras más de dos años leyendo y dejando comentarios en un par de periódicos. El primero de ellos tiene empleados a varios jóvenes que eliminan los comentarios que no encajan con la línea editorial, los que llaman a la moderación, los que sacan a la luz la trampa de las noticias o los que realizan cualquier tipo de denuncia, por mucho que cumplan todos los acuerdos que el periódico exige en los comentarios (no insultar, no utilizar lenguaje ofensivo, etc). El segundo periódico, tres cuartos de lo mismo. En ése, los comentarios van directamente a una persona que los analiza, uno por uno, y los publica si son menester. Una persona que conozco de primera mano tiene varios compañeros que han trabajado moderando comentarios es uno de esos periódicos. Es decir, es un hecho que se paga a gente por manipular la opinión y el debate mientras se crea la ilusión de que existe un espacio de aparente libre discusión entre los lectores.
Otra característica importante en esta manipulación es que siempre hay que crear dos bandos, y siempre hay que posicionarse y luchar contra el otro. Qué tontos somos. Gregarios hasta la médula. Somos incapaces de permanecer aferrados a una idea o posición, sino que tenemos que integrarnos en un grupo y permanecer fieles aunque la evidencia demuestre que estamos completamente equivocados. Como mucho, acabaremos pasándonos al otro bando y negando todo lo que apoyamos anteriormente.
Así, jamás ningún partido político que defienda ideas medianamente sensatas o modernas, similares a las de países Europeos y que se deje de izquierdas y derechas, llegará al poder. Porque somos gregarios y cabezones. Los de un partido mayoritario les llamarán rojos, y los del otro, fachas. Y fácilmente serán sacados del terreno. Nunca luchamos a favor de nada, sino siempre en contra de algo o alguien.
La tontería, la estupidez, lo políticamente correcto y la ignorancia se ha apoderado de este país. Y esos son nuestros problemas. Somos ignorantes, muy ignorantes. Pero nos creemos listos, los más listos de todos.
Somos capaces de decir que nosotros tenemos una idea que funciona mejor que Google para las búsquedas en Internet, mientras usamos Google para buscar más ideas para defender esa absurda idea. Y de vender que la tecnología española es la mejor mientras instalamos maquinaria alemana. Y además de reírnos de la gente del norte de Europa porque son unos sosos y unos pringaos; que nosotros ya venderemos nuestra deuda pública a los tontos de los chinos y ya veremos qué pasa. Que como nuestra tortilla no hay nada, oiga.
Somos capaces de defender que España es barata y el mejor país del mundo donde vivir, mientras nuestros hijos se marchan discretamente a esos países de gente sosa y pringada que no hace más que trabajar. Para luego, fardar ante los vecinos de qué bien están ahí.
Viene todo esto a dos pequeñas noticias y su reacción mediática, que es lo más preocupante.
La primera, la nueva ley del tabaco. Vigente en Estados Unidos y la mayor parte de Europa occidental, donde se implantó sin problemas, aquí no se leen más que tópicos. Que si es un atentado contra las libertades de algunos, que si va a acabar con la hostelería, y que es mejor oler a humo que a sudor. Desde la televisión se ha asistido en algunos programas prácticamente a una apología del incumplimiento de la ley.
La segunda, y que ya me empieza a preocupar más, es la presentación en las próximas listas electorales municipales de un partido político rumano. Un partido que desde su propio nombre y concepción se basa en "defender los intereses" de un determinado colectivo, con un programa electoral centrado única y exclusivamente en eso. A pesar de contar con intérpretes en escuelas e institutos, asistencia social, condición de ciudadanos legales (y derecho a voto) por haber residido x años en España de manera ilegal, etc... quieren denunciar y luchar contra la "falta de integración". Entre su programa electoral encontramos la creación de colegios y espacios bilingües español-rumano, homologación de títulos Rumanía-España, etc... Y, ojito, porque en algunos pueblos y ciudades medianas, la proporción de población rumana no es nada despreciable.
Por supuesto, cualquier crítica a este partido político, lo que supone y lo que defiende (un partido político cuya ideología es ninguna, aparte de facilitar la vida lo máximo posible a los inmigrantes de un determinado país -y sólo de ése-), es siempre contestada con un "racista".
Aquí somos capaces de defender todos los discursos a la vez. Somos capaces de defender que si nos vamos a vivir a Cataluña, deberemos hacer un esfuerzo por hablar en catalán, porque es la lengua de esa tierra, aunque sea mentira y sea una de las dos oficiales, que siempre ha coexistido en determinadas zonas. Que nuestros hijos tienen que educarse en catalán, aunque los políticos catalanes no lo hagan. Si vamos al médico como desplazados, se le facturará la visita y el tratamiento a nuestra comunidad autónoma. Y al País Vasco, tres cuartos de lo mismo. Deberemos aprender un idioma unificado a partir del dialecto guipúzcoano que sólo se habló, y cada vez menos, en cierta parte del País Vasco, pero que hoy se ha institucionalizado hasta fronteras inverosímiles, incluyendo amplias zonas que jamás fueron vascófonas.
Pero debemos hacerlo. Porque eso es integración.
Simultáneamente también podemos defender, con un par, que cuando venga un rumano a nuestro país, hasta muy recientemente de manera ilegal en buena proporción (cosa que tan bien les vino a muchos españoles, por cierto), debemos darle asistencia sanitaria y educación gratuita, censarlo, e inventar la fórmula para convertirlo en legal lo antes posible. Y ponerle colegios bilingües, aunque los hijos de los no-rumanos no los tengan. Y pronto llegará cuando cambien el nombre de las calles, para que se sienta como en casa, a pesar de que decidió abandonarla.
Pero debemos hacerlo. Porque eso es integración.
Huir de aquí es la única solución.
Si eres joven, ya puedes espabilar. No digas que no te lo advirtieron.
08 January 2011
Así somos
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2 comments:
Excelente post, demasiado real para ser agradable de oir, pero como bien dices esto es España, que nadie se engañe.
Por eso seguimos en la tercera fila de Europa.
Un saludo
LifeBalance
Hay que emigrar, pero ya!!¡¡ (Otro joven "español" harto de tanta mierda junta)
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