15 March 2011

Nacionalismos y territorialidades


El argumento infinitamente repetido para la construcción, jamás vislumbrada antes de los delirios nacionalistas de finales del XIX, de la constitución de un Estado eusquérico, es el de la existencia de una lengua y una cultura comunes, etcétera, etcétera. Sin entrar en eternos debates, me surge una curiosidad y es, cuál sería la hipotética territorialidad de tal Estado. El nacionalismo del XIX y su posterior desarrollo lo identifica con las 7 provincias vascas, cuatro en España y tres en Francia.

En pleno Siglo XIX (sí, antes de Franco) Louis Lucien Bonaparte creó un mapa con la extensión, difusión y variantes del euskera:


La lengua siempre ha sido uno de los aglutinadores y justificaciones del elementio nacionalista. Y, entonces, claro, surge la pregunta obvia: ¿qué hace incluída en la soñada Euskal Herria toda la mitad sur castellanoparlante? ¿qué criterios llevan a incluir Tudela, en pleno valle del Ebro, con sus secas y extensísimas llanuras y su manso río, con la idílica imagen del nacionalismo, basada en verdes colinas, riachuelos, caseríos y sidra?

Atendiendo a los propios criterios del nacionalismo, muchas zonas no comparten ni clima, ni cultura, ni idioma, ni siquiera acento; elementos que sí comparte con sus vecinos aragoneses de más abajo del valle del Ebro o con la huerta riojana.

Como los elementos de las nacionalidades y los Estados son siempre arbitrarios, Euskal Herria decidió hacerlos coincidir exactamente con subdivisiones ya establecidas por Francia y España, aunque sea muy dudosa la vinculación de la cultura eusquérica de una buena parte de ellas. Un criterio basado precisamente en criterios puramente administrativos. Aquellos de los que el propio nacionalismo reniega como legítimos. Pero si se gana con ello un poco más de territorio y especialmente una buena huerta y vinos, ¿por qué no?

No decidió, sin embargo, incluir territorios mucho más acordes con los elementos que describe el nacionalismo vasco, como puede ser Burgos. Cito Burgos porque es tierra de origen, junto con Vizcaya, de uno de los caldos más representativos del nacionalismo: el chacolí.

Ya en 1729, la Real Academia en su diccionario (t. 2, pág. 292) lo registró:
«Vino de baxa calidad y poca substancia, por no llegar la uva de que se hace à perfecta madurez, por cuya causa es de poca duracion. En España solo se halla en las Provincias de Vizcaya y Montañas de Burgos

Pero el nacionalismo, como siempre, ignora el pasado y construye el suyo propio. Ahora se identifica chacolí especialmente con Guipúzcoa y el mar, ésa es la versión oficial de la historia.

Y, por si a alguien se le ocurre competir, el propio nacionalismo se encarga ya no de proteger la denominación de origen, sino el propio término, para que ningún vino pueda denominarse chacolí, txakoli y demás variantes si no ha sido producido en el País Vasco; ni siquiera en Burgos, allá donde se originó el nombre que, además, no indica ningún tipo de vino concreto. Más información de la polémica aquí.

Burgos no es incluido no por razones culturales sino porque se asocia con Castilla, considerado eterno enemigo. Y así funcionan todos los criterios de establecimiento de Estados y territorialidades. Arbitrarios, tendenciosos y cambiantes.

¿Cuáles son las fronteras "legítimas" de un territorio para los nacionalismos? ¿Las originales? ¿Las finales? ¿Existe algún criterio fidedigno para decidir qué territorios son y no son "x"? El nacionalismo lo tiene claro: la reclamación de su terriotrialidad siempre es la que, a lo largo de la historia fue mayor en extensión, aunque su nivel de anexión fuera débil o inexistente o durara apenas unos años.

Este criterio, por supuesto, no vale para "los demás". Cuando yo me establezco en algún lugar, mi cultura permanece y justifica toda serie de reivindiaciones anexionistas, pero cuando lo hacen los demás, son invasores. Todo territorio ampliado es mío y legítimo, todo territorio perdido es invasión y ultraje.

Uno de mis ejemplos favoritos de este razonamiento es el del neonacionalismo navarro, ya comentado acerca de los castillos de "Navarra". En esta línea hay un divertido blog neonavarro que ve patrones nacionalistas hasta en la asignación de prefijos telefónicos, y tiene tiempo suficiente para dedicarse a dibujar mapas en color. Sus delirios le hacen ver patrones también fuera, como que "Aragón utiliza junto con Catalunya y Baleares el 97". Curiosamente se olvida mencionar que el 97 también es compartido por Soria y Palencia. Y que Barcelona, la capital de Cataluña comienza por el 93. ¿A quién le importa? El nacionalista sólo ve lo que quiere ver y siempre ajusta la realidad a su particular visión, en vez de al revés. [Actualización noviembre 2012: la página de los prefijos telefónicos fue sustancialmente modificada (seguramente a raíz de este post). Se conserva una copia de la original en este foro.]

El autor, como digo, anda en su lucha particular reclamando un Estado Europeo de Navarra. ¿Qué estado será ese? ¿Cuáles serán sus fronteras? ¿Quizá el original Reino de Pamplona? Se quedaría pequeño... En principio el autor prefiere identificarlo con Euskal Herria para conseguir la complicidad de sus vecinos (la unión hace la fuerza), pero propone unas fronteras diferentes y también un nombre que deje claro de dónde proviene su particular visión. De manera que, cogiendo el cronómetro histórico, observa la evolución del territorio Navarro y decide pararlo cuando la función "kilómetros cuadrados" corresponde a un máximo. En este momento, hace una fotografía e identifica a Navarra con la siguiente territorialidad:



Nótese otro compinchamiento con el vecino del otro lado, también basado en el revanchismo y la reescritura de la historia: el nacionalismo Catalán. ¿Se han fijado en el pequeño detalle del escudo de Aragón que aparece en el dibujo superior? El autor ha decidido eliminar el cuarto cuadrante, el que tiene las barras del señal real de Aragón (cacareado emblema catalán). ¿Cuándo o dónde ha existido un escudo de Aragón así? Igual que Castilla, Aragón también chirría en el nacionalismo barato. Aragón nunca existió, por mucho que tenga que insistir Pérez-Reverte. Si acaso existió, fue con permiso y porque se le dejó, oiga. La mitad siempre fue Euskal Herria y la otra mitad los Països Catalans.


Y el autor insiste empeñado: Estado Europeo de Navarra... ¿Qué le llevará a considerar invasores y opresores a España y Francia, pero querer formar parte del proyecto Europeo, con su constitución, sus leyes, sus directivas y sus lenguas mayoritarias y poderosas (inglés, alemán y francés)? Misterios, pero es la página de nacionalismo barato (eso sí, con bastantes medios y mucho tiempo libre) más divertida que encontrado en Internet.

La consecuencia inmediata es la siguiente: ¿se imagina alguien a Roma retrocediendo en el tiempo para reclamar la siguiente territorialidad?



¿No somos nosotros acaso, pura cultura romana? ¿No hay una clara y demostrada influencia de su cultura, su lengua, su derecho...? ¡Incluso nuestro Dios es el mismo que oficializó el Imperio! También es el mismo dios de Franco y de Sabino Arana.

¿Suena raro? ¿Ridículo a estas alturas de la historia? Pues no nos engañemos. Esto es exactamente lo mismo que los nacionalismos llevan haciendo en España desde hace siglo y medio. Sólo que en casa y a nivel local, los argumentos parecen más potentes.  Tan cutres como el franquista, sólo que repetidos décadas después y en una sociedad mucho más abierta y comunicada, donde ya chirrían por ridículos y aburren por cansinos. No son sino nacionalismos de andar por casa.

Creo que Arturo Pérez-Reverte tiene mucha razón cuando explica cómo funciona esto de la territorialidad:
Es simple verdad histórica que las cosas, las tierras, las aguas, las fronteras, son de quienes se las apropian y luego las defienden como gato panza arriba.
El problema, como siempre, ¿qué significa "propio"? ¿hasta qué punto retroceder en la historia para otorgar legitimidad a los territorios?

La historia no es una ciencia, ni jamás lo será, pero los historiadores y opinadores de todo tipo han decidido utilizar las matemáticas.

Desde mi punto, el nacionalismo bien podría definirse como:
"La búsqueda de máximos en la función "extensión a lo largo de la historia" (en kilómetros cuadrados)"

Es muy curioso también ver a qué elementos de orgullo recurre cada nacionalismo:

  • Quienes no han tenido reyes ni reinados (o los han tenido pero no los consideran legítimamente propios), se las dan de izquierdistas, independientes, puros y resistentes al invasor. Si fueron vasallos de un rey o surgieron como territorios privilegiados de la nobleza, nada como eliminar las referencias en sus escudos. Es el caso de Euskadi.
  • Sus vecinos nacionalistas navarros comparten el sueño eusquérico pero en esta caso sí recurren al orgullo de haber sido reino. Además el más antiguo, genuino y auténtico.
  • Cataluña no tiene claro si tuvo reyes o no, si es monárquica o republicana, así que por si acaso pasa a inventar la Corona Catalanoaragonesa y toma los reyes prestados del vecino. Eso permite una flexibilidad total: orgullo real mientras se empuña la hoz, el martillo y el socialismo. La proporción, a convenciencia.
  • El nacionalismo de Aragón, siempre tan humilde y sin afán de molestar al vecino, se resigna al territorio que posee actualmente y no se molesta en reclamar Barcelona, Nápoles o Sicilia. ¿Por dónde tirar entonces? Pues si los demás tienen dos lenguas oficiales, Aragón tenga tres.
  • Andalucía tampoco se queda corta. El discurso es calcado a todos los demás nacionalismos y surge un poco más tarde: a principios del Siglo XX.

En fin. Que si uno no se consuela es porque no quiere. ¿Desea usted su propia interpretación? Móntela.

¿Para cuándo la seña de identidad será la de cada uno y se utilizará la historia para estudiarla, conocerla y disfrutarla buscando un futuro mejor en vez de para mirar hacia atrás con aire triste reclamando un glorioso pasado de dudosa existencia como justificación para el chiringuito propio?

Saludos.

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