13 June 2011

Política vasca (y todas las demás): la pela es la pela


Si hay algo que me encanta de la política vasca son dos cosas.


La primera, la demagogia extrema que se practica, siempre con nacionalismos, sentimientos y tonterías de por medio, para no hablar ni concentrarse en hacer verdadera política. Vean los argumentos de un político del Partido Nacionalista Vasco para desacreditar a sus adversarios políticos: acusa a otro político de no saber dónde está exactamente Errigoiti, un pueblo de Vizcaya de 500 habitantes y de "no saber mencionar ni una sola canción en euskera que le emocione". Así, textual. Eso es suficiente, a su juicio, para desacreditar al adversario. Y luego él acude al pueblo y se hace una foto encima del cartel. Brillante.

La segunda, mi favorita, es cómo todos absolutamente todos los políticos vascos barren para casa, independientemente de su partido o ideales. La política actual, como casi todo, se ha convertido en una carrera para sacar dinero a la administración inmediatamente superior a la que, por lo visto, no se pertenece ni tiene nada que ver con uno mismo, salvo para cobrar. Así tenemos que el principal argumento para no detener la construcción del tren de alta velocidad de Euskadi, según el alcalde saliente de San Sebastián, es que sería un error "sobre todo porque encima lo paga todo el Estado". Da igual que la distancia entre las capitales vascas sea ridícula, la orografía accidentada, o que sea un despilfarro. La cuestión es que lo paga el Estado.

En la misma línea se habla del metro de Donostia. La cuestión no es plantear si tiene sentido o no poner un metro en una ciudad que no llega a 200.000 habitantes y que se puede recorrer fácilmente en bicicleta o bus, si su trazado es el más adecuado o no, o si precisamente es ahora el mejor momento para su construcción. El argumento principal para su construcción es que "el Ayuntamiento de San Sebastián no paga nada".

Y así hemos llegado a donde hemos llegado. A un sitio donde nadie se implica ni quiere saber nada del de arriba salvo para cobrar. Y lo digo a todos los niveles: local, autonómico, estatal y europeo. Y ¿saben qué? las cosas no se construyen ni se gestionan solas, ni el dinero cae de los árboles. No sé cuándo aprenderemos. Quizá algún día entendamos que el patriotismo bien entendido (como solidaridad hacia mis iguales), y no el absurdo teatro excluyente que tenemos aquí, tiene su sentido práctico.

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