Hoy, mientras miro los altavoces de la mesa de al lado, recuerdo cuando le pregunté a un compañero que para qué habían comprado un par de altavoces por mesa si nunca se ponía música porque molesta a los compañeros. Me respondió con sonrisa socarrona y aires de superioridad que cómo íbamos a enchufar los cascos si no, ya que la torre del ordenador, donde se enchufaban los cascos, estaba lejos y no llegaba el cable.
Le enseñé el alargador de cable que yo utilizaba y le dije que costaba un par de euros. Se quedó bloqueado. No hizo ningún comentario posterior.
Esos altavoces traen hoy a mi memoria una anécdota curiosa y me hacen pensar en el tema de la "inteligencia".
Resulta que él se encargaba periódicamente, paranoico, desconfiado y controlador como era, de afrontar un pago por adelantado en común mensual entre tres compañeros y luego le dábamos la tercera parte cada uno. Ocurría que algunas veces, en su mayoría él se encargaba, había que comprar alguna pequeña cosa donde también había que repartir gastos a partes iguales.
A él le encantaba "hacer las cuentas" cada mes para que le pagáramos, ya que él desembolsaba siempre la gran cantidad mensual en gastos fijos y, a veces, algunos pequeños gastos adicionales. Su paranoia le llevaba a hacer siempre las cuentas con calculadora y lápiz (la hoja de cálculo quedaba descartada no sé si porque no sabía usarla o porque también desconfíaba de los ordenadores), algo de lo que se sentía especialmente orgulloso de entregarnos.
El caso es que yo no había reparado en las cuentas porque siempre pagaba él por adelantado tanto la factura grande como algún otro pequeño gasto y las cuentas parecían razonables. Pero un día fui yo el que hice un desembolso por adelantado y no me cuadraron los resultados.
La situación (simplificada) fue:
- Él pagó por adelantado la factura mensual, de 90 euros.
- Yo pagué 30 euros por adelantado por pequeños gastos.
- La tercera persona pagó 9 euros por adelantado en pequeños gastos.
- Cada uno de nosotros dos debíamos pagarle 43 euros.
- La factura mensual de 90 euros a repartir en partes iguales daba a 30 euros cada uno.
- Yo compré cosas por valor de 30 euros a repartir en partes iguales, por tanto 10 euros cada uno.
- La tercera persona compró cosas por valor de 9 euros, por tanto 3 euros cada uno.
- ¿Resultado? 30 + 10 + 3 = 43. ¿Estaba claro, no?
- Además 3 x 43 = 129, la suma de todos los gastos comunes. Todo cuadraba y le había ofendido.
- Él: 90 * (-2/3) + 30 * (1/3) + 9 * (1/3) = -60 + 10 + 3 = -47 €
- Yo: 90 * (1/3) + 30 * (-2/3) + 9 * (1/3) = 30 - 20 + 3 = 13 €
- El tercero: 90 * (1/3) + 30 * (1/3) - 9 * (2/3) = 30 + 10 - 6 = 34 €
- Resultado: Él se cobraría 47 euros de nosotros dos: 13 de mí y 34 del tercero.
- Él: 90 adelantados - 47 cobrados = 43 €
- Yo: 30 adelantados + 13 pagados = 43 €
- El tercero: 9 adelantados + 34 pagados = 43 €
- 43 * 3 = 129 €, la suma de todos los gastos comunes
Al poco me di cuenta de que mis cálculos eran correctos y muy bonitos, pero innecesariamente complicados. Bastaba restar lo que uno había adelantado a la parte que le tocaba pagar (los famosos 43 euros). Pero cualquiera volvía a decirle algo.
Meses después obtuvo su tesis doctoral, cum laude, y es probable que, antes o después, acabe formando parte de uno de los colectivos tradicionalmente más inteligentes: los profesores de universidad.
2 comments:
Jajajaja, peor que Sheldon Cooper, menudo chalao y encima incompetente aritmético. Pa flipar...
Llegará a ministro de hacienda. Tiene maneras.
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