12 September 2012

España como demonio. Sobre identidades y mandangas


¿Saben por qué funcionan tan bien los nacionalismos? Es fácil: enfrentarse al reto que supone forjarse una identidad propia es duro, y al miedo a la diversidad y lo desconocido también. Pertenecer a una manada aporta muchas ventajas.

Por estos lares no hace tanto que era la religión la que tradicionalmente dotaban de un sentido identitario y grupal aunque, como sabemos ha perdido casi toda su fuerza. La religión también servía para dotar de ese chivo expiatorio que tanto reconforta (el demonio) y una forma fácil de identificar al enemigo, ya fuera en forma de infieles, ateos o conspiradores judeomasónicos. La religión está estrechamente unida a muchos nacionalismos. Ojo, no sólo en el caso del archiconocido nacionalcatolicismo franquista, sino también del nacionalismo vasco, con su lema máximo "Dios y ley vieja". El asunto de dios ha quedado algo desfasado, ya digo, aunque no otras formas de forjarse una identidad que recomendaba Sabino Arana: "antiliberal y antiespañol es lo que todo vizcaíno debe ser".

En España, es curioso cómo hemos llegado a crear un nuevo chivo expiatorio algo extraño: la propia España. Cada cuál decide qué es España y qué no, cuando conviene identificarse y no. Pero lo que está claro es que una cosa tan obvia como decir que España es un país o una nación que, además, existe, casi se ve como una distorsión de la realidad vista por gente amante del más rancio franquismo.

Esta idea se ha extendido ya a todas partes, también a nivel institucional. Algunos ejemplos. El Instituto Nacional de Meteorología hace tiempo que es la Agencia Estatal de Meteorología. La Red Nacional de Ferrocarriles Españoles (RENFE) es ahora la Administración De Infraestructuras Ferroviarias (a secas) para las infraestructuras. El nombre "Renfe operadora" (con minúsculas) se mantiene por motivos publicitarios, y es supuestamente una empresa más de las que pueden ofrecer servicios a viajeros en competencia con quien quiera instalarse. Tenemos, sin embargo, y sin complejos, a Euskotren y a los Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya con su necesaria marca territorial.

Otro caso digno de atención es el archiconocido Instituto Nacional de EMpleo (INEM). Sí, todos hablamos de él, pero no existe. Hace tiempo que es el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). Por cierto, que fíjense el engendro de nombre que ha salido por ese empeño en meter la palabra "estatal" en todas partes. ¿Se han parado a pensar en lo que realmente significa SEPE? Servicio Público de Empleo Estatal: un lugar al que acudir a solicitar ¿"empleo estatal"?

Del Instituto Nacional de la SALUD (INSALUD), ¿se acuerda alguien? Y, ojo, porque no es precisamente franquista, sino que se creó en 1979. Todavía quedan restos de cosas "nacionales" en los entes derivados en que se transformó después. Apuesto a que durarán poco. Y lo más gracioso es que quizá sea la sanidad lo menos "nacional" de todo, puesto que en cada comunidad autónoma se encarga un ente diferente con características también diferentes en muchos casos (prestaciones, calendarios de vacunaciones, copagos...), también con marcas diferentes (Osakidetza, etc).

Y ya saben que ni el fútbol se salva: España es ahora "la roja", y lo primero que se hace es ver cuántos jugadores de cada comunidad tiene.

Y respecto a los nombres, ¿qué problema tenían esos "institutos" que ahora son agencias, servicios y demás? ¿Y por qué se ha eliminado la marca "España" de instituciones y los servicios públicos? Uno sale fuera y se encuentra con Deutsche Bahn, Schweizerische Bundesbahnen, Österreichische Bundesbahnen, Société Nationale des Chemins de Fer Français, Trenitalia, o Amtrack.

La pregunta es: esto de los nombres y las identidades en las instituciones es muy divertido pero... ¿Ha servido para algo? ¿Ha supuesto una mejora? Los cambios asociados ¿respetan la igualdad para todos los españoles de la que habla la Constitución? En el caso de la sanidad, hay proyectos millonarios destinados a, atención, que los diferentes sistemas de información autonómicos "se entiendan" puesto que cada uno fue hecho a gusto y conveniencia del feudalismo local. ¿Esto cómo afecta al ciudadano de a pie aparte de con un gasto innecesario y diferencia de atención entre comunidades? ¿Tan importante es que sea "mi sanidad" y se llame como yo quiera, aunque hayamos conseguido arruinarla como ha pasado en Cataluña?

El tema de las identidades y mandangas ha provocado lo que todos los políticos quieren: que su rebaño justifique y entienda sus propios desastres y haga la vista gorda a los robos y vejaciones a los que ha sido sometido. El catalán nacionalista de turno le explicará cómo el tema de los peajes es un expolio de Madrid, aunque las autopistas sean de la Generalitat. Incluso las zonas azules (decisión completamente municipal) son culpa de Madrid, porque ha sido necesario instalarlas no por la avaricia de la alcaldía o la petición de los vecinos residentes, sino para amortiguar el expolio fiscal que sufre Cataluña.

Para todo esto ha servido el tema identitario y la demonización de España: para que los votantes acepten de buen gusto el expolio de sus propios políticos.

Hablando de identidades y grupos, basta viajar un poco y conocer a gente para darse cuenta de que los aglutinantes fundamentales de los grupos que surgen espontáneamente no tienen nada que ver con la geografía de origen ni, en muchos casos, con la lengua, la cultura o "las patrias".

Si todavía no lo entienden, les recomiendo que vean la película Gran Torino, de Clint Eastwood. Y, si quieren un análisis más erudito de lo absurdo que es el nacionalismo, les recomiendo el blog de Roberto Augusto y su libro, o que le den vueltas a esta frase de Schopenhauer:

"Cuantas menos razones tiene un hombre para enorgullecerse de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una nación."
Saludos.

1 comment:

LifeBalance said...

Muy buena tu reflexión.